05 junio 2020

GUANTES BLANCOS


En los días de lluvia fina, esa lluvia que quiere parecerse al “orballo” de mi tierra gallega, me asalta la nostalgia y en ella vienen recuerdos de mi infancia. Guantes blancos es un historia real aunque los nombres y la spersonas sean ficticios.


Mi abuelo Dositeo maestro no ejerciente, de los de antes de la guerra civil española, se dedicó un tiempo a preparar la admisión de mozos que querían o deseaban ingresar en la Guardia Civil.

¡Tiempos aquellos que mucho han cambiado!

Hablo de épocas pasadas, de los años 50 del pasado siglo en una aldea gallega, de esas que algunos llaman “rurales” a sus moradores. En aquellos años era normal que los “educados o leídos” enseñaran a los hijos de las familias de la aldea que estuvieran “interesados” ya que ni maestros había.

Los alumnos de mi abuelo Dositeo, eran “especiales” además de pagar religiosamente, debían colaborar o ayudar en las tareas domesticas necesarias, lo hacían y lo hicieron, normalmente, al terminar la jornada.

Aquellos aspirantes a Guardias Civiles, completada la jornada terminaban el día
alimentando cerdos, vacas y terneros, realizando trabajos necesarios para mantener la casa; aquellos que menos se aplicaban debían ir en busca de agua a un manantial bastante alejado para llenar un gran tonel destinado al suministro de la casa. El tonel estaba instalado en un carro al que solo había que enganchar al burro encargado de la tracción...

Contarlo no es lo mismo que vivirlo, y hasta aquí todo parecería normal para aquellos años.

Mi abuelo vivía solo en la casa sin otra ayuda que la de Maruxa, una criada que envejeció sirviendo en la casa; alguien tenía que hacer las labores que él abuelo desatendía mientras impartía clases... Contarlo hoy tampoco es lo mismo que vivirlo hace 60 años, viendo a Rocín, el burro al que mi abuelo estimaba casi con adoración, creía mi abuelo que el burro sabia en todo momento la faena que le tocaba hacer, decía que rebuznaba para advertir a los demás...
Podéis creerme, yo mismo ví como detectaba a los que le maltrataban y a quienes no lo hacían, comprendí que avisaba de cuando tenían que engancharle al carro del tonel y de esta forma sabíamos que el agua se acababa y era necesario ir a rellenar el tonel.

Guardo recuerdos de aquellos tiempos entre ellos los de ver que eran siempre los mismos alumnos haciendo las mismas
aperos de labranza

tareas; las más duras para los más torpes, y dejó huella en mi ver como les pedía superación: “superarse uno mismo, no superar al vecino, esa es la virtud”. Aún hoy pienso que tenía razón.
Hay lagunas en mi memoria y tengo claro como el abuelo después de caer de la yegua que era la envidia de los alrededores y salir tan malparado decidió no volver montar en ella y comprar un asno, eso si, nunca dio explicaciones por mucho que le preguntaran. 
 
Casi todos entendimos a Rocín y su maneras de actuar; todos menos Lois do Neto que era de los alumnos más torpes y antiguos de los que preparaba el abuelo, era tan falto de habilidad que hasta del burro tenía envidia y lo mostraba apaleando al burro en cuanto desaparecía de la vista del abuelo.
El burro aguantaba las palizas fuera de casa pero había que verlo rebuznar mientras Lois aguantaba las muestras de enfado del abuelo por la tardanza.


Un día, fui con mi padre y el abuelo Dositeo a Lugo, estando los tres comiendo un una pulpería, entraron cuatro hombres saludando a mi abuelo muy efusivamente, y entablaron una larga conversación. preste oído, lleno de curiosidad pues me pareció que estaban hablando de Lois do Neto, escuche, alto y claro “Dositeo, ése ni con los guantes blancos aprueba”...

De regreso a casa, varias veces pregunté a mi padre que era eso de los “guantes blancos” ¡Todos los alumnos del abuelo tiene que ir a examinarse con guantes blancos, así se asegura que no van a suspender!.

Años más tarde entendí que los hay que no los cambian ni con “guantes blancos”

Lois do Neto nunca consiguió ingresar en la Guardia Civil.

Así fue, y así lo cuento.


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